Cualquier cosa que sea lo que se elija para evaluar el presente que se va ya desvaneciendo, es vital comprender que el juego industrial ha terminado, sus energías se han disipado y la fuerza de la segunda ola se va menguando en todas partes a medida que empieza la siguiente ola. Dos cambios hacen que no sea ya posible la continuación “normal” de la civilización industrial. En primer lugar hemos llegado a un punto de inflexión en la “guerra contra la Naturaleza”. La biosfera no tolerará por más tiempo el ataque industrial. En segundo, no podemos seguir confiando indefinidamente en energía no renovable, principal subvención hasta ahora del desarrollo industrial. Es así que la tensión de personas y sistemas ha llegado al punto final de ruptura, es decir los sistemas de la segunda ola están en crisis.
La indusrealidad llega a una crisis, que comporta una crisis de personalidad: el hombre de la segunda ola pierde su identidad. En EE.UU se ven millones de personas que “se lanzan a la terapia de grupo, al misticismo o a juegos sexuales. Anhelan el cambio, pero se sienten aterrorizados por él. Ansían abandonar sus actuales existencias y saltar, de alguna manera, a una nueva vida (…), convertirse en lo que no son. Quieren cambiar de empleos, de cónyuges, de papeles y de responsabilidades”. Según la estadística de La American Management Association, que arroja el resultado de que un 40% de directivos y empresarios son infelices en sus puestos. Pero afirma el autor, podemos descubrir al lado de este fracaso y derrumbamiento, una serie de indicios precursores de crecimiento y de nuevas potencialidades. Esta tercera ola de cambio es lo que enmarcará el resto de nuestras vidas.
Según la estadística de La American Management Association, que arroja el resultado de que un 40% de directivos y empresarios son infelices en sus puestos.
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